Solo miraba, no quería abrir la boca, no sentía nada. Me recargué en el asiento y me quede viendo a un punto estático en el espacio. Ella no paraba de hablar y yo solo sentía las palabras rosar mi oído, mientras los 80 km/h, me difuminaban la visión.
No me había dado cuenta, todo seguirá igual si escribo esa carta, excepto yo.
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